El consumo excesivo de alcohol tiene muchos y variados efectos. Una de las consecuencias de las que poco se habla es la desnutrición, ya que la persona alcohólica deja de alimentarse adecuadamente y empieza a tener deficiencias vitamínicas. En particular la deficiencia de vitamina B1, ligada al alcoholismo, puede causar la aparición del Síndrome de Korsakoff, una enfermedad con serios efectos neuronales como perdida de la memoria y episodios psicóticos.
Fue descubierto por el neuropsiquiatra Sergey Korsakoff quien estudió los efectos del vodka en los consumidores crónicos: amnesias anterógradas (es decir dificultad para formar nuevos recuerdos), inquietud, descoordinación motora (ataxia), y alucinaciones.
Esta deficiencia de vitamina B1 por alcoholismo puede acarrear otras complicaciones, ya sea en el corazón o el hígado –acompañándose de diarrea y pérdida de peso–, o bien en el cerebro, como en el caso de la encefalopatíaa de Wernike, denominándose en éste caso síndrome de Wernike-Korsakoff, en el cual, además, aparecerán síntomas como la parálisis ocular, pérdida de la audición, epilepsia, hipotermia, y depresión entre otros.
El alcoholismo es la causa más habitual del síndrome de Korsakoff, sin embargo no todas las personas alcohólicas lo sufren. De hecho, también puede afectar a individuos con trastornos alimentarios, personas que han hecho demasiado estrictas o que se han sometido a operaciones para tratar la obesidad.
Asimismo, tienen mayor riesgo de padecer síndrome de Korsakoff los enfermos crónicos, con el sistema inmune debilitado, como pacientes con VIH, o que reciben diálisis o nutrición asistida.
Que la llegada del nuevo año sea la oportunidad propicia para reflexionar sobre este pésimo hábito y encaminar tu vida por nuevos rumbos saludables, que el ¡salud! del brindis sea una verdadera promesa por una mejor vida en el 2018.