Introduccion:
Las mujeres líderes llegan a la organización acompañadas de sus valores.
Pie de Foto:
El género femenino se adapta con admirable prontitud a multiplicidad de roles.
Los hombres y las mujeres no somos iguales… ¡Que quede claro! Las personas tenemos todas los mismos derechos, pero eso no significa que seamos iguales. Y el liderazgo femenino no está exento de estas diferencias: lo ejercemos en forma diferente y esto trae grandes ventajas para las empresas que nos contratan.
La mujer tradicionalmente ha tenido el rol de administradora del hogar. Durante la revolución industrial, ingresó también en las fuerzas laborales y desde entonces no se ha detenido en su desarrollo empresarial. Durante el Siglo XX avanzó mucho, conquistando capacidad legal, acceso a una educación universitaria y de postgrado y ascenso paulatino en los puestos de responsabilidad de muchas empresas y organizaciones. Todavía somos minoría en las altas esferas, pero sin duda, nuestro aporte es de gran valor para las compañías en las que estamos.¿Por qué?
Desde pequeñas las mujeres hemos tenido permiso para utilizar nuestro hemisferio derecho a voluntad: nuestra creatividad, sensibilidad e intuición. Este hemisferio, que hombres y mujeres compartimos, a ellos les ha quedado casi “vedado” en su educación: “debes ser fuerte, no llores como una nena, tú eres el hombre de la casa….”. El hombre ha aprendido a reprimir, a que no está bien manifestar sentimientos, a que su sensibilidad queda “colgada” junto con su abrigo cuando ingresa a la empresa. Aprende, en otras palabras, a ser “duro”.
Todo eso estaba muy bien cuando las organizaciones dependían fundamentalmente de sus recursos físicos. Sobraba la oferta laboral y solo tenían empresas las grandes fortunas. Hoy no es así, en la era del conocimiento, las compañías tienen dificultades a la hora de retener a los mejores. Los “talentos” buscan un buen salario, por supuesto, pero también una empresa en la que puedan desarrollarse, con un clima agradable y que tenga en cuenta su calidad de vida.
Las mujeres líderes llegan a la organización acompañadas de sus valores. Entienden a la perfección la necesidad de equilibrar el trabajo y el hogar. Han entrenado su sensibilidad a lo largo de los años y no temen mostrarla y utilizarla a favor de la empresa.
Tenemos más fácil desarrollar la inteligencia emocional y no tememos integrar las emociones en nuestro día a día. Esto nos ayuda a comunicarnos con nuevos y mejores recursos. Las compañías necesitan líderes francos, confiables, con la humildad necesaria para formarse permanentemente. Líderes comprensivos, que dejen de lado el “ordeno y mando” tan común en las empresas jerárquicas y piramidales que antiguamente funcionaron.
Otro elemento fundamental es la capacidad femenina de ser “multitarea”. Las mujeres nos adaptamos con admirable prontitud a multiplicidad de roles (madre, esposa, empresaria, ama de casa). Si sabemos organizarnos, podemos alcanzar la integralidad en nuestras vidas sin perjudicar ninguno de nuestros papeles fundamentales.
Claro que también hay obstáculos para que podamos desarrollar todo este potencial de líderes. Algunos de ellos los ponemos nosotras mismas, especialmente cuando tratamos de imitar el modelo masculino o de “endurecernos” para poder estar a su altura. Perdemos entonces lo mejor que podemos entregar. Otras barreras provienen del entorno, especialmente de estereotipos creados o el efecto “techo de vidrio”. Este término fue acuñado por Ann Morrison, autora de múltiples escritos relacionados con la diversidad en el mundo de la empresa, como “Discriminación laboral” y“Rompiendo el techo de cristal”. ¿Qué es el techo de cristal? Esa barrera transparente, que en ocasiones parece que no existe, que permite ver dónde podemos llegar pero no llegaremos, porque nos detiene una discriminación muy sutil contra las mujeres.
Es algo que no está escrito. Nada, en teoría, está en contra de que las mujeres lleguemos a puestos de gran responsabilidad. Si preguntamos en cualquier empresa, todo el mundo está a favor. Sin embargo, en los puestos de alta dirección las mujeres pueden, en algunos casos, escasear, situación que es diferente en los mandos intermedios.
En definitiva, querida amiga, la base de tu liderazgo es el auto-liderazgo. Simplemente utilizando aquello que ya sabes, esa intuición que te ayuda a educar a tus hijos; esa voluntad férrea que has desarrollado para estar donde tienes que estar y ocuparte de más de una cosa al mismo tiempo; esa sensualidad que te permite acercar posiciones y negociar con éxito; esa pasión contagiosa que impulsa a tu entorno a una visión compartida…. Todos estos elementos la organización los necesita y tú los tienes. ¡Hazlos valer! ¡Que el mundo los conozca!
Autor
Marita Abraham (MBA) consultora, conferencista y coach internacional, creadora de modelos de alto impacto organizativo.