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¿Marcha tu corazón tan bien como tu trabajo?

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El corazón de los trabajadores se ve afectado por las largas jornadas y el poco tiempo para ejercitarse. La mayoría acude al médico únicamente hasta que sufre alguna dolencia.
 
La mala alimentación, falta de actividad física, estrés y jornadas laborales de más de 8 horas diarias tienen el corazón de los trabajadores enfermo. Muchos lo desconocen y ven el aumento de peso o la fatiga como algo normal, lo que los convierte en candidatos ideales para desarrollar problemas cardiacos a corto o mediano plazo.
 
Se calcula que en el año 2030, más del 50% de los hombres y 60% de las mujeres de América Latina serán obesos. En la lista se encuentran aquellas personas que por motivos de trabajo y estrés diario descuidan la salud de su corazón.
 
Existe una variedad de factores de riesgo que aumentan la probabilidad de padecer enfermedades cardíacas, entre ellos los biológicos (edad y genética) y aquellos que están relacionados con hábitos de vida que sí se pueden modificar, como una dieta desbalanceada y el sedentarismo, dos de las principales causas de la obesidad.
 

Corazones trabajadores

 
Muchas personas vigilan que su productividad marche a buen ritmo y se preocupan cuando los indicadores de rendimiento muestran cierta baja, lo curioso es que su propio motor, el corazón, es el que se ve afectado diariamente sin que le demuestren la debida atención.
 
Un 80% de los infartos prematuros se pueden prevenir realizando actividad física regular, abandonando el consumo de tabaco y manteniendo una alimentación balanceada (que incluya suficientes cantidades de cereales, leguminosas, frutas, verduras, lácteos, carnes, pescados, aceites y grasas). No hay alimentos buenos o malos, sólo dietas mal balanceadas, por ejemplo, el consumo excesivo de ciertas comidas como los carbohidratos (pan, pasta) y las grasas (fritos, mantequilla) propicia la ganancia de peso, por lo que es importante moderar su ingesta.
 
Es fundamental mantener además una adecuada hidratación para favorecer el transporte de nutrientes, eliminar toxinas y desperdicios metabólicos del organismo. Un porcentaje importante de la hidratación diaria se obtiene del consumo de líquidos, el otro proviene de alimentos sólidos como las frutas y vegetales. Un adulto sano no deportista y sin condiciones especiales (clima, enfermedades) debe consumir entre 9 y 13 vasos (de ocho onzas) de líquido al día.
 
Por su parte, la actividad física regular mantiene la salud en general, produciendo un efecto benéfico sobre la presión arterial, el metabolismo del azúcar y el de las grasas. Lo mínimo recomendable es realizar deporte de moderada intensidad (caminar a paso rápido, trotar, andar en bicicleta, bailar) durante 30 minutos 5 veces a la semana.
 
Fuente:
estrategiaynegocios.net
Revista Plus One
Hospital Roosevelt de Guatemala

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