Introduccion:
Cuando hay confianza en los equipos, las personas son más dadas a escuchar a los demás, aprender de ellos y compartir información relevante para generar estrategias creativas.
La confianza genera valiosas oportunidades y fortalece la colaboración y sinergia entre los miembros de la empresa. No obstante, antes de confiar en los demás habrá que evaluar si confiamos en nosotros mismos, lo cual se reflejará en el desarrollo de la organización.
En un mundo cada vez más dinámico, se enfrentan nuevos retos, unos fruto de la globalización y otros de la natural competencia del mercado cada vez más especializado y moderno. En este escenario, la confianza es la herramienta base para desarrollar el capital social, como resultado de los recursos obtenidos en función de las relaciones de los individuos, sin esta característica, el desarrollo será una meta inalcanzable.
Una organización incapaz de potenciar su recurso humano estará en situación de clara desventaja frente a quienes sí lo logren, pues fomentar las habilidades del personal permite incentivar la creatividad, la seguridad y el control dentro de cualquier compañía.
Existen cinco niveles de confianza interconectados que generan impacto en la empresa y compromiso entre las distintas partes, generando beneficios para las mismas. Éstos son:
Personal
Hace referencia a la percepción que se tiene de uno mismo, reflejada en la capacidad de marcarse objetivos y conseguirlos, lo cual permite a la vez inspirar credibilidad en los demás.
Cada vez que se establece una meta con uno mismo, ya sea pequeña o grande y se cumple, se va desarrollando la confianza personal, la cual depende de dos factores: el carácter y la competencia. El primero se refiere a los recursos individuales que implican la integridad personal, nuestras motivaciones para actuar y las intenciones que tenemos hacia los demás, mientras que el segundo, comprende las habilidades que desarrollamos en función de los resultados y trayectoria.
Cuando tenemos capacidades técnicas pero carecemos de carácter, no disponemos de un modo adecuado para determinar objetivos valiosos, lo que a la larga, limita el desarrollo de nuestra seguridad individual. La confianza personal se fundamenta en cuatro focos: integridad, intenciones, capacidades y resultados.
A modo de cuestionamiento podríamos decir: ¿en quién confiarías más, en una persona de buen carácter (moralmente hablando), con objetivos realistas y congruentes, capaz y que tiende a obtener buenos resultados, o en alguien mal intencionado, incompetente y fracasado?
Confianza en la relación
Es la capacidad de los individuos de confiar, no sólo en sí mismos, sino en alguien más, en personas confiables. Pero, ¿cómo saber a quién elegir?, ¿hay algún modo de saber cuándo la confianza está bien posicionada en otra persona?
Las relaciones humanas están determinadas por la virtud de la justicia y el bien que se distribuye de esta manera es la confianza misma; la cual otorgamos a una persona cuando suponemos que la merece, damos a cada quien lo que le corresponde.
La justicia viene acompañada de la prudencia, entendida como la virtud intelectual que nos permite conocer la realidad desde una perspectiva práctica y, en ese sentido, dirige el actuar del hombre.
Cuando decidimos confiar en una persona, si lo queremos hacer bien, es necesario actuar con prudencia, fijándonos si el otro ha desarrollado las características propias, es decir, la integridad, las intenciones, las capacidades y los resultados, de modo que las decisiones que tomemos sean acertadas.
Una vez descritas las anteriores características que se derivan de las relaciones, es posible decir que sólo bajo una confianza inteligente tendremos garantías de establecer vínculos basados en la credibilidad.
La gráfica nos muestra que la posición de mayor riesgo es la de credulidad. Si se confía en todo el mundo, sin cuestionarse nada, tarde o temprano terminaremos defraudados. Por otro lado, la zona que las personas tienden a ver como de menor peligro es la de sospecha, no obstante, es una de las de mayor riesgo; cuando se es muy receloso, se tiende a intentar confirmar y analizar todo hasta el extremo, lo que termina provocando lentitud y aumento de costo en los resultados. Además, se pierden valiosas oportunidades y se acaba con la colaboración y la sinergia.
Por su parte, la zona de indecisión implica una seria falta de competencias para analizar la información, lo que lleva a una pérdida de seguridad personal y elimina la posibilidad de construir capital social, paralizándonos y haciéndonos poco productivos.
La posición en la que debemos estar es en la del juicio, para alcanzar un correcto equilibrio entre el control óptimo y la confianza hacia los demás, lo que influye en el grado de desarrollo de las compañías, permitiendo el crecimiento empresarial.
Confianza organizacional
Surge en el contexto de la empresa, cuando se establece en las relaciones internas. Es un proceso exponencial y se funda en un hábito, por lo tanto, cuando más se practica más sencillo es conseguirla.
En este contexto, la dirección de la compañía puede impulsar un ambiente que permita desarrollar un capital social adecuado, generando credibilidad en los trabajadores a través de diversas actitudes y actividades, por ejemplo: siendo consistente, coherente e íntegro, compartiendo información, delegando y mostrando preocupación por sus colaboradores. Cuando se establece una buena relación, se ahorran recursos de supervisión y se obtienen sugerencias de los trabajadores para implementar posibles mejoras.
Confianza del mercado
Se sustenta en la reputación de la empresa y en la percepción que tienen los consumidores sobre su marca. El mercado se sostiene gracias a la confianza que infunden las organizaciones, sin esta cualidad las compañías serían seriamente improductivas, pues las posibilidades de innovar se reducirían, ya que muchas personas no se atreven a probar un producto nuevo de una firma que no conocen.
Es necesario establecer una relación productiva entre empresas y clientes que permita la retroalimentación y la mejora. Los clientes que confían en la compañía que les presta sus servicios, son capaces de aproximarse a ella para ofrecer valiosas recomendaciones, iniciando así un círculo virtuoso de confiabilidad.
Confianza social
Sin esta característica el trabajo solidario se obstaculiza, pues es parte integral del tejido social y dependemos de ella. La confianza es esencial para cualquier sociedad, porque permite el desarrollo de los individuos en un sistema de cooperación que posibilita la creación de valor.
Elemento que conduce al éxito
La confianza es uno de los componentes centrales para el desarrollo individual, en sus interacciones sociales más simples; en el crecimiento de las organizaciones; en el sostenimiento de un mercado saludable e innovador y en una sociedad que respete a las personas por su capacidad de colaborar los unos con los otros.
Las compañías deben tener especial interés por desarrollar y fortalecer este principio, buscando contar con las herramientas necesarias para enfrentar los retos de hoy, tiempos en los que la información y los avances tecnológicos superan las capacidades de los individualistas, pues si dos cabezas piensan mejor que una, las empresas serán más innovadoras, tendrán mayor creatividad, ejecutarán procesos más eficientes y gestionarán estrategias exitosas, siempre que desarrollen estructuras de confianza que premien la participación activa de sus trabajadores.
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